Transitar por la calle de 5 de Mayo y no detenerse por lo menos a ojear su vitrina repleta de dulces tradicionales, es casi como no haber venido al Centro Histórico.
Aleluyas de almendra, mostachones, príncipes, jamoncillos, turrones, yemitas, glorias… La lista de delicias que aguardan dentro de la Dulcería de Celaya es extensa, antigua y muy auténtica, una colección de golosinas tradicionales que prácticamente ya no se consiguen en ningún otro lado.
Y es que este establecimiento, ubicado en el número 39 de la calle 5 de Mayo, en el Centro Histórico capitalino, no solamente conserva casi intacta su arquitectura de estilo art nouveau, sino que también preserva un legado culinario y empresarial que este año cumple 147 años de existencia.
Ubicación afortunada
La Dulcería de Celaya fue fundada en 1874 por los hermanos Alfredo y Luis Guízar, teniendo como primera sede un local de la calle de Plateros, hoy llamada Francisco I. Madero. En aquel entonces, a un costado de su negocio se encontraba el Café Concordia, un punto muy visitado por las personas más adineradas de la capital, quienes comenzaron a visitar la dulcería de los Guízar en busca de los dulces y golosinas que traían de varias partes del país.
Sin embargo, para complacer y ganarse para siempre a esta exigente clientela, Alfredo y Luis decidieron comprar las recetas de prácticamente todos sus dulces, logrando así una producción casera más controlada, con ingredientes de la mejor calidad. Así, casi 150 años después, en la Dulcería de Celaya aún puedes encontrar dulces típicos que han desaparecido de los escaparates y mercados de México, en buena medida gracias a esta movida empresarial.
Con nuevos aires parisinos
En el año 1904, 30 años después de haber sido inaugurada, la Dulcería de Celaya se mudó a la calle de 5 de Mayo, una vialidad recientemente inaugurada tras la demolición del Teatro Nacional. La nueva calle empezó a llenarse de boutiques y cafés de moda, por eso la dulcería de los hermanos Guízar fue reubicada en un hermoso local de estilo art nouveau, corriente arquitectónica y decorativa muy de moda en el París de aquellos años.
De esos ayeres se conservan las molduras, espejos, vitrinas, mostradores y el emblemático letrero exterior, también diseñado de acuerdo a las tendencias estéticas de principios del siglo XX.
Historia comestible
Hoy, además de los bellos toques decorativos que transportan a otra época, le Dulcería de Celaya destaca porque aún adornan sus escaparates de acuerdo con la temporada: si te das una vuelta en septiembre, hay toda clase de dulces tricolor; si lo haces entre octubre y noviembre, no faltan las calaveritas de azúcar y alfeñique, mientras que en diciembre es típico ver turrones y mazapanes.
Además de los dulces anteriores, de aquí no te puedes ir sin probar sus cocadas, jamoncillos y limones cristalizados rellenos de coco. También son imperdibles sus aleluyas de pistache y piñón, los daneses (que son dátiles rellenos de pasta de nuez) y los besos de nuez. Si quieres dar un regalo muy especial, pregunta por su rompope hecho en casa o por su lingote de jamoncillo tres leches, una maravilla hecha con leche natural, leche quemada y leche con un toque de extracto de vainilla. Sí, también estamos salivando.
Dónde: 5 de Mayo 39, Centro Histórico