La zona metropolitana cuenta con diversos centros comerciales, pero existe uno donde el tiempo se detuvo hace más de 20 años: la Acrópolis de Lomas Verdes.
Así como existe el turismo gastronómico o el de aventura, hay personas que recorren las ciudades en busca de construcciones contemporáneas abandonadas, un tipo de ruinas “nuevas” que atraen a muchos curiosos movidos ya sea por el morbo o la añoranza.
Uno de estos lugares es Acrópolis de Lomas Verdes. Ubicado en la cima de un cerro en Naucalpan, en las esquinas de Paseo de las Naciones y Alexander Von Humboldt, este centro comercial —que vio la luz en 1990 y contaba con una vista privilegiada de la zona—, se erigió bajo una temática griega.
La escalinata que conduce a la entrada culmina en una fachada que resulta una réplica de las construcciones de la Grecia antigua, y quien sea que haya sido el arquitecto a cargo de la obra se inspiró probablemente en el más antiguo de los estilos arquitectónicos de aquella civilización, el dórico, tal y como delata la fachada con sus columnas con capiteles sin mayores adornos y un sencillo frontón que tiene grabado en relieve “Acrópolis Ciudad Comercial”, con tipografía griega, evidentemente.
Adentrarte en las ruinas
La temática helénica continúa al interior con un pasillo flanqueado por el mismo tipo de columnas que conduce a una gran área octagonal de dos pisos coronada por un domo de cristales, cuyo acomodo forma una estrella que se proyecta en el piso gracias al paso de los rayos del sol. Esta zona sin duda era la pieza central y, según relatan quienes la visitaron en sus inicios, era un espectáculo digno de verse.
Acrópolis contaba con al menos 500 locales, los cuales se ocuparon con comercios de todo tipo, pero sobre todo, dirigidos al público predominante de la zona: niños y adolescentes que consumían música, zapatos, juguetes, películas, artículos coleccionables traídos de Estados Unidos y ropa. Los jóvenes se congregaban en el arcade para jugar con las legendarias “maquinitas”, mientras que sus familias convivían en la zona de alimentos. Era un paradisiaco bazar que se colaba a la economía del mall noventero que comenzaría a permear el país.
Un final poco esperado
Acrópolis vio gente ir y venir durante cuatro años. Y un día simplemente sus puertas se cerraron. Abundan teorías sobre lo sucedido, pero la mayoría de la gente de la zona cree que la crisis de 1994 le afectó de forma devastadora. Otros aseguran que el lugar servía para lavado de dinero del narcotráfico y que una vez cumplido el cometido, no tenía caso mantenerlo operando. Lo cierto es que no hubo un aviso, una venta de liquidación, un llamado de los dueños o locatarios para evitar el cierre. Nada. Simplemente dejó de ser… Aunque no de existir.
Así es como comenzó la leyenda de Acrópolis. Poco a poco el tiempo fue transformando el lugar llenándolo de maleza, charcos, escombros, tierra y grietas. Comenzó a hacerse interesante y ni siquiera el enrejado, que también llegó de la nada para impedir el paso de curiosos, pudo evitar que los grafittis comenzaran a aparecer en sus paredes y columnas dóricas.
Actualmente el exterior es sede de un mercado de autos y su interior ha sido rentado como locación para la realización de videos musicales y sesiones fotográficas. No se sabe con certeza si continuará cerrado o sucumbirá al mercado inmobiliario y se convertirá en un complejo habitacional que haga juego con su moderna contraparte, Cúspide Sky Mall. Lo cierto es que por ahora, al igual que sus lejanísimas ruinas griegas, esta Acrópolis mexiquense también está rodeada de un aire de nostalgia y misticismo que la han hecho objeto de deseo de muchos.