En medio de una de las zonas boscosas de la CDMX hay un volcán que cada fin de semana explota en gritos y porras. Es domingo, alrededor de medio día. Decenas de habitantes de Santa Cecilia Tepetlapa, en Xochimilco juntan comida, bebida y un balón. Subirán hasta el cráter del Teoca, donde hay una cancha de futbol.
Una vez en la cima los aficionados se acomodarán en el mejor lugar entre los árboles para disfrutar del encuentro protagonizado por equipos de la liga local. La actividad ya se ha convertido en toda una tradición para este pueblo; sin embargo, pocos son los chilangos que conocen este sitio, el cual antiguamente sirvió como observatorio astronómico.
El Teoca: un lugar de observación, cosecha y juego
Este volcán es sumamente antiguo. Melchor Soto Canchola, jefe de unidad departamental de servicios culturales en la alcaldía Xochimilco, explica que el Teoca es un volcán de los inicios del enfriamiento de la cadena montañosa que formó la Tierra. Hace miles de años se apagó para siempre y quedó como si fuera un cerrito.
Su nombre proviene de la palabra náhuatl Teocalli que significa Casa de un Dios. Durante la época prehispánica este, al igual que otros volcanes y cerros, fue utilizado para rituales y como observatorio astronómico.
«Teoca sería un lugar de observatorio y un lugar de adoratorio, no precisamente para habitarse sino para hacer rituales como todos los cerros alrededor. Son lugares de observación astronómica pero también para hacer rituales de fertilidad a la Tierra», detalla Soto Canchola en entrevista con CDMX Secreta.
Con el paso de los años estos rituales dejan de realizarse y el espacio se convierte en un espacio comunitario, en el que los habitantes se beneficiaban de todas las actividades que se realizaban en él como la cosecha.
«Antiguamente sembraban maíz, alfalfa, avena o haba de acuerdo a las temporadas. Con el paso del tiempo se pierde este contacto de la comunidad con sus raíces, como sucedió con las chinampas, ya casi nadie quiere sembrarlas. Después se empieza a organizar para ver qué se puede hacer ahí. Empiezan a generar primero juegos al aire libre como columpios y pasamanos, hasta que generan un futbol llanero», detalla el especialista.
La cancha de futbol en un volcán de CDMX
Juan Manuel Reza Amaya ha vivido toda su vida en Xochimilco. Su bisabuelo y abuelo solían sembrar avena y alfalfa en el cráter del volcán. Hace cerca de 50 años la comunidad decidió instalar una cancha en el sitio.
Quitaron la maleza, limpiaron la zona y la aplanaron. Al inicio la cancha era pequeña pero más adelante la agrandaron hasta que cumpliera las medidas reglamentarias. Desde entonces cada domingo se juegan partidos a 2,600 metros sobre el nivel del mar, justo en el cráter. El espacio se convirtió en un sitio de convivencia y recreación en la que los habitantes de este pueblo de Xochimilco pueden pasar un rato agradable. Incluso se dice que el Necaxa llegó a entrenar ahí hace varias décadas.
La cancha prácticamente no tiene pasto. Solo cuenta con un par de porterías sin red y las marcas que señalan los límites del campo de juego. Tampoco hay bancas o gradas alrededor para los espectadores, pero eso no impide disfrutar del juego. De hecho lo hace más especial, pues se realiza en un lugar totalmente único y lleno de naturaleza. Un lugar de altura, literalmente hablando.
Varios son los equipos o empresas que han querido privatizar el sitio, pero el pueblo no lo ha permitido pues prefiere que se mantenga como espacio comunitario. Por ello han cuidado al Teoca con mucha dedicación.
Actualmente cuenta con la cancha de futbol en el cráter, un frontón, un gimnasio al aire libre, una cancha de basquetbol y senderos por donde los vecinos pueden ir a caminar o hacer ejercicio.
Juan Manuel es el presidente de bienes comunales de Santa Cecilia y es el encargado de coordinar la brigada que mantiene limpio este volcán desde hace 20 años. Además de evitar la tala ilegal y la invasión de los terrenos, también se encargan de controlar incendios forestales. Pueden verlo todo desde su torre de vigilancia.
«En la torre estamos a 2670 metros de altura sobre el nivel del mar. Es de las actividades más importantes que hacemos. Nos habla la torre para alertarnos de un incendio, nos vamos con mochilas y agua a combatirlo. Cada año combatimos entre 38 y 40 incendios forestales en la zona», detalla.
La meta de Juan Manual es que el lugar pueda convertirse en un centro ecoturístico a fin de que pueda mantenerse como está y se quede como herencia para las nuevas generaciones. Así ellos también podrán jugar sobre el cráter de un volcán.