Desde 1968, esta escultura sobresale en el paisaje urbano como un objeto creado a modo de refugio para el arte y la humanidad.
Si has recorrido el Anillo Periférico, al sur de la ciudad, seguramente has visto algunas de las 22 esculturas que forman parte de La Ruta de la Amistad. Un proyecto creado en 1968 como parte de las actividades culturales simultáneas a los Juegos Olímpicos celebrados ese año en la CDMX.
Distribuidas a lo largo de 17 kilómetros, las esculturas fueron creadas por artistas de los cinco continentes con la finalidad de hacer una muestra del arte contemporáneo mundial que continuase más allá de la competencia deportiva. Sin embargo, de todas estas sobresale una: La Torre de los Vientos.
Creada por el arquitecto uruguayo Gonzalo Fonseca (1922-1997), los 13 metros de altura de esta obra en forma de silo de granos se erigen en la esquina que forman Periférico y la calle de Zacatepetl, frente al centro comercial Perisur. Su estructura está hecha de vigas de PTR (tubos de acero huecos) cubiertas por concreto colado y cuenta en su exterior con elementos geométricos inspirados en el arte precolombino.
Un refugio dentro de la ciudad
Si bien el exterior de La Torre de los Vientos es una obra de arte en sí misma, es su interior lo que la hace única. Debido a que Fonseca vivió en tiempos de la dictadura militar en su natal Uruguay, parte de la inspiración de su proyecto fue hacer un refugio para todo aquel que lo necesitara en el momento en que lo necesitara.
Así pues, al cruzar la puerta se descubre un tragaluz circular que da la impresión de que uno estuviera dentro de un volcán y que ilumina los 80 metros cuadrados de un espacio en donde predominan las curvas. Este interior es capaz de alojar al menos a un par de personas con mobiliario hecho de concreto: sillones y una cama. En algún momento incluso contó con un bebedero y un refrigerador.
Si bien la idea de Fonseca era loable, la realidad de una ciudad en franco crecimiento desbordó la capacidad del espacio, que ya pasadas las Olimpiadas y junto con las otras esculturas, cayó en el abandono y fue presa de las inclemencias del tiempo y el vandalismo.
Cuando llegó la rehabilitación
Afortunadamente, en 1996 el Patronato Ruta de la Amistad, fundado un par de años antes con la finalidad de realizar el rescate de las obras, inició la rehabilitación de las esculturas gracias a la participación de embajadas e instituciones públicas y privadas, mediante un fideicomiso creado por el FONCA. Las donaciones hechas tanto en recursos económicos como en acciones en especie permitieron que, tras 25 años, La Torre de los Vientos y el resto de las esculturas de La Ruta de la Amistad pudieran poco a poco regresar a su esplendor.
Es así como La Torre de los Vientos dejó de ser solo una obra de arte y se convirtió en un centro creador de arte. Su interior ha sido un lienzo en blanco para más de 70 artistas multidisciplinarios que lo mismo proyectan imágenes en sus paredes, hacen instalaciones luminosas complejas o juegan con la acústica del lugar para que los visitantes puedan vivir diversas experiencias. Además, gracias a la restauración, la flora y fauna que rodean esta y las demás esculturas han sido rehabilitadas y conviven en perfecta armonía con el espacio y quienes habitan la zona.
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Si algún día te encuentras en el sur de la ciudad, no dudes en visitar este singular espacio. Checa la cartelera de eventos y exhibiciones en la página del patronato www.mexico68.org.