Conoce una de las obras más representativas de este arquitecto español, quien dejó una profunda huella en nuestro país al diseñar algunos de los edificios más queridos de la CDMX.
La flor más grande de Xochimilco es también la más longeva, pues le ha tomado más de 60 años terminar de marchitarse. A diferencia de las demás plantas, lirios y nenúfares que flotan por los canales, a la flor de loto “sembrada” por Félix Candela no le viene muy bien el agua, al contrario: los pétalos de cemento se le descarapelan por dentro y por fuera, pero eso no le ha impedido ser el punto de reunión favorito de los cientos de parroquianos que la llenaban (antes de covid) cada semana. Es una flor que solo se abre en domingo.
La obra de un genio exiliado
Construida en 1957, la estructura de la que te hablamos es el edificio que alberga al restaurante Los Manantiales, considerado una de las joyas de la arquitectura modernista más valiosas del sur de la CDMX. Su autor fue el madrileño Félix Candela, un importante creador que llegó exiliado a México tras la derrota del bando republicano durante la sangrienta guerra civil española.
Talentoso y atlético (fue campeón de rugby y esquí en su país natal), obtuvo varias becas y galardones en Europa. Sin embargo fue en nuestro país donde realizó la mayor parte de su obra constructiva. Fue catedrático de la Facultad de Arquitectura de la UNAM y un dedicado empresario de la construcción, pero sobre todo se consideraba a sí mismo un fanático de la creatividad arquitectónica.
Alerones de metal y cemento
La mejor muestra de la afición de Candela por la forma pura son sus edificios diseñados con paraboloides hiperbólicos. Un tipo de superficie tridimensional doblemente curvada que (para que te resulte más fácil identificarla) es igualita a la forma que tienen las papas Pringles. Así, muchos de los inmuebles trazados por él presentan esta forma de gran belleza y elevada complejidad constructiva y matemática: desde el Pabellón de Rayos Cósmicos de de la Facultad de Odontología de la UNAM (apodada muy creativamente por los odontólogos como “la muela”) hasta el pabellón Oceanográfico de Valencia.
Pasando, por supuesto, por el encantador restaurante Los Manantiales de Xochimilco, un edificio que —según el mismo autor— está inspirado en la silueta delicada de las flores de loto. Y aunque los paraboloides hiperbólicos son su sello inconfundible, Félix Candela también legó a la CDMX uno de sus recintos más queridos: el Palacio de los Deportes, construido para los Juegos Olímpicos de 1968.
Hasta antes de la pandemia, acudir a Los Manantiales implicaba comer rico, beber barato y bailar mucho, sobre todo danzón al compás de la música en vivo. La fiel concurrencia que lo llenaba cada domingo (su único día de operación) se encargaba de darle vida y de recordarle a este salitroso coloso de hormigón que todavía conservaba la frescura de cuando fue inaugurado a orillas del embarcadero Zacapa.
Resta esperar a ver si volverá a florecer.