Conoce el lado más auténtico de Xochimilco en estas experiencias que incluyen paseo por los canales antes del alba, recolección de hortalizas y deliciosas quesadillas con queso (sí, la aclaración es necesaria).
La cita es a las cinco de la mañana en el quiosco del embarcadero de Cuemanco. A esas horas de la noche (aunque el reloj señale “A. M.” el cielo permanece negro) la única luz proviene de un nicho de la virgen de Guadalupe. Su resplandor amarillo ilumina, a ratos, las coloridas portadas de las trajineras: María Fernanda, Te Quiero Preciosa, Cielito Lindo, La Vida No Vale Nada. Así, bajo esa penumbra nos vamos reconociendo todos los invitados a la experiencia de Robotánica.
Fundada en 2020, Robotánica se especializa en ofrecer vivencias de agricultura sustentable a orillas de los canales de Xochimilco. Su catálogo de servicios incluye sesiones de meditación y yoga en chinampas, así como recolección de hortalizas cultivadas en estos jardines flotantes. La experiencia más completa, sin embargo, es la que estamos a punto de vivir, un recorrido por los canales de noche en espera a que, detrás de los árboles de ahuejote, aparezca el sol.
A bordo de la barca no vamos más de doce personas sentados a cada costado de la embarcación. Amable y tranquilo, Alan, nuestro guía y remero, se presenta, enciende un anafre diminuto de barro que sostiene sobre la popa y calienta un pocillo con café. Luego hunde su remo de madera de ahuejote y la barca se adelanta, rompe la calma del agua. El viento huele a tierra llovida y vapores de lirio casi siempre, menos cuando nos llevamos la taza a la nariz porque entonces todo lo que entra es un aroma a canela y peltre caliente.
A pesar de la insistencia de algunos pasajeros por hablar de la Llorona, de la famosa Isla de las Muñecas o de lo que sea que se esconda debajo del agua negra, el recorrido por los canales es tremendamente apacible. El cielo se empieza a encender y ya se alcanza ver cómo las garzas blancas chapotean sobre los lirios y en algunos canales secundarios hay pescadores azotando sus redes.
Tras cerca de una hora avanzando sobre el agua, los canales se agrandan, confluyen, y allí, reflejado en la superficie lacustre, asoma un sol tibio detrás de nubes de lluvia reciente. Ha amanecido y ya se vale empezar a hablar del desayuno.
Bienvenido a Robotánica
Así, después de continuar la travesía por cerca de media hora más, arribamos a la chinampa de Robotánica, donde ya nos esperan con quesadillas de quelite, hongos y chicharrón prensado. Allí Alan nos explica los métodos de cultivo sustentable y de temporada que siguen en la chinampa de Robotánica, una empresa que también ha incursionado en el diseño de sistemas robotizados para la estimulación de semillas y la siembra tecnificada de bajo impacto. Especializados en la fabricación de robots agrícolas de bajo costo a través de impresión en 3D, tienen como cometido implementar estos sistemas en distintas plataformas agrícolas, como ya sucede en las chinampas.
Después de recorrer su frondoso jardín flotante, llega el momento de conocer los cultivos de temporada, de escuchar algunos consejos (como evitar las hojas de ortiga) y, ahora sí, ¡a cosechar! En compañía de Alan aprendemos a extraer zanahorias de todos los tamaños y a valorar la diversidad de formas y colores que tiene este vegetal, demostrando con ello que su cultivo es orgánico.
También recogemos enormes coles de tonos que van del verde al morado tenue; lechugas francesas; betabel de rojo intenso; rábanos de enormes dimensiones y hasta kale dinosaurio, llamado así por su similitud con las plantas de la era mesozoica. Caminando con cuidado entre las hileras de cultivo, aprendemos a identificar especies de cilantro con flor y albahaca; también nos dicen cómo cuidarlas de la mejor forma y aprovecharlas en la preparación de condimentos y salsas como el pesto, que queda delicioso cuando se hace con tallos de zanahoria fresca.
Finalmente, con las bolsas llenas de hortalizas aún cubiertas de rocío, nos sentamos a la mesa a beber manzanilla criolla caliente, entrarle a las quesadillas y a unos plátanos dulcísimos. El sol está a pleno y levanta nubecitas de neblina en las chinampas lejanas. Contentos, cargados de una despensa viva, volvemos a la barca para volver sobre nuestro rastro en el agua.
A medida que nos acercamos al embarcadero de Cuemanco, nuestro punto de reunión inicial, comienzan a aparecer las trajineras en su vaivén turístico habitual. Las hay cargadas de amigos sin camiseta que prolongan la juerga del sábado; las hay repletas de familias, atadas a botes más cortos desde donde les cantan Las Mañanitas norteñas con quinto, bajo, tarola y voz nasal. El Xochimilco de siempre, pues, ese rincón verde de la CDMX que, a través de proyectos como los de Robotánica, a pesar de los pesares, se aferra a mantener viva su raíz campesina, originaria.
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Para conocer las fechas de las próximas experiencias de Robotánica, entra a su página web.