En una casa al sur de la CDMX se encuentran Camila y Rodrigo dándole vida a Casa Praliné: un lugar virtual de postres que nació del amor que dos recién egresados de la licenciatura en Gastronomía sienten por la repostería.
Con tan solo ocho meses de existencia, han logrado hacerse de un nicho muy especial entre personas de todas las edades y hasta marcas como Lacoste para surtirles macarrones ya sea personalizados o con los sabores de base que ya manejan. Y es que valen toda la pena.
Casa Praliné hace macarrones franceses (como los que han salido en innumerables series y películas), que respetan los sabores y la calidad de la vainilla de Papantla, del pistache, del chocolate amargo, del cassis —que es conocido también como grosella negra o zarzaparrilla— o del caramelo salado en cada pieza que preparan. Hay cajas de cuatro, ocho y 12 piezas que puedes acomodar a tu gusto según el sabor que más te guste. Eso sí: hay que pedirlos con 48 horas de anticipación o preguntar si hay en existencia para un pedido exprés.
Aunque no esperaban que la respuesta de quienes los siguen en Instagram fuera tan buena en poco tiempo, los dos jóvenes aceptan que, como sucede en cualquier dark kitchen, es un reto constante. Tanto organizarse y buscar los insumos de la mejor calidad como apoyarse en los instrumentos y herramientas que no son profesionales y en los que recae todo su trabajo. Por ejemplo, por tanda —hecha en un aproximado de una hora— logran sacar 36 macarrones de un horno convencional. Mientras que, si tuvieran uno profesional, ese número podría aumentar hasta duplicar o triplicarse.
Un proyecto que surge de la resiliencia
La historia detrás del impulso por vender macarrones no es tan complicada: tanto Camila como Rodrigo tenían becas para irse al extranjero (a Mónaco y a España, respectivamente) a seguir estudiando gastronomía y repostería. Sin embargo, sus planes cambiaron radicalmente cuando la pandemia por COVID los obligó a quedarse en México, sin trabajo y sin una certeza de que en el futuro las cosas mejorarían. Fue así como empezaron a pensar sobre las posibilidades que les otorgaba el ser especialistas de la comida: “¿Qué podemos hacer que nadie más haga como nosotros?”, dijeron. Y la respuesta la encontraron en los macarrones.
Este tipo de postre requiere de una delicadeza y un conocimiento muy específicos. Sobre todo porque importa cada movimiento que hagas al revolver la mezcla de harina de almendra, hasta la temperatura y la posición que reciben los macarrones dentro y fuera del horno. Por eso, tanto Camilia como Rodrigo buscan que ese mismo cuidado dentro del proceso se vea reflejado en el sabor, en la calidad —con cada mordida queda claro que el macarrón está bien hechecito— y en la producción de sus cajas. Solo son ellos dos y todo, desde la preparación de los macarrones hasta la toma de pedidos y la fotografía, están bajo su cargo.
Por ahora, el plan es seguir creando y probando nuevas cosas en Casa Praliné. Tanto en diciembre pasado como en el 14 de febrero de este año tuvieron ediciones limitadas de macarrones sabor chocomenta o pétalos de rosa, y quieren seguir haciéndolo con las fechas especiales subsecuentes. (¡Estén atentos a su Instagram para ver lo que proponen!)
Lo que más impresiona de este proyecto es que sus precios son accesibles. Si antes pensabas que tenías que desembolsar una cantidad importante para poder probar estos deliciosos postres, Casa Praliné cuida hasta el mínimo detalle para traer un pedacito de Francia hasta tu boca por un precio bastante justo.